Hoy
quiero hablar de algo vital para la vida, para la supervivencia y
para la evolución: el aprendizaje.
Pero
antes de hacernos algunas preguntas para la reflexión, te voy a
contar algo. ¿Conoces la historia de la avispa asesina y la abeja
común? La conozcas o no te la voy a contar porque no tengo ganas, ni
tiempo de encontrar otra manera de empezar esta reflexión.
Hace
algunos años en un contenedor procedente de China llegó a costas
francesas la avispa asesina. Rápidamente se extendió por España y
por otros países europeos y comenzó a criar a sus larvas como es su
costumbre, con una papilla hecha de abeja común y otros insectos.
Al
principio, la avispa asesina esperaba a su víctima al volver del
trabajo y así, cansada, poderla atacar con menos esfuerzo. Le
cortaba la cabeza, el aguijón y la alas y se llevaba el cuerpo para
alimentar a sus crías.
Algún
tiempo después la avispa asesina diseñó una mejor estrategia. ¿Por
qué cazar de una en una si podría tener una colmena entera en un
único ataque? Así, se unió a otras avispas asesinas, enviaron un
explorador que marcaba con feromonas el panal que encontraba. Luego,
todas en batallón, cercaban la colmena y las sitiaban hasta que las
pobres abejas morían sin reservas o por hacinamiento.
La
abeja común fue mermando sus poblaciones y, en un intento de protegerla, comenzó la lucha del ser
humano contra la avispa asesina. Probaron de todo: insecticidas,
lucha biológica, destrucción de colmenas de avispa asesina...Pero
nada era efectivo.
De
pronto, sorprendentemente, la abeja común, obligada por la supervivencia, desarrolló
una estrategia de defensa en equipo: conocedoras de que la avispa
asesina no soporta temperaturas superiores a 45 grados y ellas pueden
llegar hasta 50, rodearon al explorador y, batiendo fuertemente sus
alas, fueron elevando la temperatura hasta llegar a los 48 grados. El
explorador moría inexorablemente. En ese momento las abejas se
deshacían del explorador, eliminando todo rastro de feromonas y
proseguían su vida sin ser encontradas por la avispa asesina.
Es
igual entre nosotros, los seres humanos. Intentamos proteger a
nuestros hijos a sabiendas de que ahí fuera hay peligros. Tratamos
de diseñar estrategias que lo defiendan de las avispas asesinas que
andan buscando víctimas con las que alimentarse. Pero la mayoría de
las veces nuestras estrategias son inútiles porque están basadas en
la solución, no en las herramientas.
¿Te
has parado a pensar cuáles son los recursos de tu hijo o hija frente
a los peligros? ¿Le has permitido observar de cerca a su avispa
asesina y conocer su estrategia?¿Le has dejado ensayar sus propias
soluciones y desarrollar sus propias herramientas en los intentos?
A
veces, en nuestro afán por proteger a nuestras abejas comunes,
olvidamos que el aprendizaje es parte de la vida y la vida es
experimentación. Sólo aprende el que experimenta y observa lo
experimentado. No se trata de lanzar a tu abeja común hacia su
avispa asesina, sino de crear espacios en los que pueda intentar,
equivocarse y aprender para que pueda ir diseñando sus estrategias
de supervivencia fuera de la colmena.
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