sábado, 23 de enero de 2016

TU ABEJA COMÚN

Hoy quiero hablar de algo vital para la vida, para la supervivencia y para la evolución: el aprendizaje.
Pero antes de hacernos algunas preguntas para la reflexión, te voy a contar algo. ¿Conoces la historia de la avispa asesina y la abeja común? La conozcas o no te la voy a contar porque no tengo ganas, ni tiempo de encontrar otra manera de empezar esta reflexión.
Hace algunos años en un contenedor procedente de China llegó a costas francesas la avispa asesina. Rápidamente se extendió por España y por otros países europeos y comenzó a criar a sus larvas como es su costumbre, con una papilla hecha de abeja común y otros insectos.
Al principio, la avispa asesina esperaba a su víctima al volver del trabajo y así, cansada, poderla atacar con menos esfuerzo. Le cortaba la cabeza, el aguijón y la alas y se llevaba el cuerpo para alimentar a sus crías.
Algún tiempo después la avispa asesina diseñó una mejor estrategia. ¿Por qué cazar de una en una si podría tener una colmena entera en un único ataque? Así, se unió a otras avispas asesinas, enviaron un explorador que marcaba con feromonas el panal que encontraba. Luego, todas en batallón, cercaban la colmena y las sitiaban hasta que las pobres abejas morían sin reservas o por hacinamiento.
La abeja común fue mermando sus poblaciones y, en un intento de protegerla, comenzó la lucha del ser humano contra la avispa asesina. Probaron de todo: insecticidas, lucha biológica, destrucción de colmenas de avispa asesina...Pero nada era efectivo.
De pronto, sorprendentemente, la abeja común, obligada por la supervivencia, desarrolló una estrategia de defensa en equipo: conocedoras de que la avispa asesina no soporta temperaturas superiores a 45 grados y ellas pueden llegar hasta 50, rodearon al explorador y, batiendo fuertemente sus alas, fueron elevando la temperatura hasta llegar a los 48 grados. El explorador moría inexorablemente. En ese momento las abejas se deshacían del explorador, eliminando todo rastro de feromonas y proseguían su vida sin ser encontradas por la avispa asesina.
Es igual entre nosotros, los seres humanos. Intentamos proteger a nuestros hijos a sabiendas de que ahí fuera hay peligros. Tratamos de diseñar estrategias que lo defiendan de las avispas asesinas que andan buscando víctimas con las que alimentarse. Pero la mayoría de las veces nuestras estrategias son inútiles porque están basadas en la solución, no en las herramientas.
¿Te has parado a pensar cuáles son los recursos de tu hijo o hija frente a los peligros? ¿Le has permitido observar de cerca a su avispa asesina y conocer su estrategia?¿Le has dejado ensayar sus propias soluciones y desarrollar sus propias herramientas en los intentos?
A veces, en nuestro afán por proteger a nuestras abejas comunes, olvidamos que el aprendizaje es parte de la vida y la vida es experimentación. Sólo aprende el que experimenta y observa lo experimentado. No se trata de lanzar a tu abeja común hacia su avispa asesina, sino de crear espacios en los que pueda intentar, equivocarse y aprender para que pueda ir diseñando sus estrategias de supervivencia fuera de la colmena.



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